Lo que sucedió fue algo difícil de entender: mientras muchas personas sacaban a sus animales de las zonas afectadas y los llevaban a lugares sin peligro, grupos de animalistas se dedicaban a romper puertas de fincas en zonas alejadas del fuego, hacían correr a los animales, los hacinaban en coches sin condiciones para su transporte y se los llevaban a la fuerza. Una actitud agresiva y prepotente que provocó enfrentamientos con la gente que salió a impedir esos robos.
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