Las sociedades industrializadas han progresado tanto que la mayoría de sus ciudadanos se dedican fundamentalmente al ocio. Las artes, el deporte, los viajes o la literatura ocupan la mayor parte de la única preocupación humana: una buena vida en la que sólo es necesario trabajar cuatro horas al día. Tan solo esbozar ese contexto puede parecer una grosería. Un insulto a los parados. Un delirio de rico insensible a la crisis. Así recibió esta profecía el mundo de 1930, año en que fue publicada por el economista John Maynard Keynes.
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