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Bromas de antaño, cosas de hoy (por Eloy Rabo)

No soy amigo de las inocentadas. Sí, vale, hacen gracia si el otro se lo traga, y la broma provoca en él o en ella una reacción de asombro, sorpresa o furia; pero la inocentada, al final, puede volverse contra uno. Porque la realidad de hoy está llena de inocentadas de ayer. A tres días para el final de 1985, a Luis Martínez le dijeron, mientras se fumaba un farias en la fila de atrás del autobús urbano, que se iba a prohibir el tabaco en los bares.

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