Durante siglos, las especias suavizaban los ácidos vinos, enmascaraban el hedor de los cadáveres y se usaban como afrodisíacos en las noches de bodas. Eran imprescindibles en la cocina, la medicina y el culto religioso; y, dada su escasez, símbolos de riqueza y poder: tanto en Oriente como en Occidente llegaron a valer más que los metales preciosos.
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