Que Santander, uno de las principales instituciones bancarias del mundo, no sea capaz de colocar apenas 1.000 millones de deuda es extraño. Que no lo consiga yendo de la mano de Commerzbank, Societe Generale o HSBC, sube al escalón de lo sorprendente. Que esto ocurra sobre unos títulos que han recibidola máxima clasificación crediticia de agencias como Moody´s (AAA), roza el podio de lo increíble. El problema no es el banco sino el apellido de los valores: el calificativo “territorial” ha espantado a los inversores.
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