Me gusta hacer montaña. Sobre todo ascensiones en Pirineos en las que te das un buen pateo, y a veces pasas por sitios en los que hay "patio", como se le suele llamar.
Luego llegas a casa y te das cuenta de que no necesitas ansiolíticos ni antidepresivos; canjeas el esfuerzo físico, que a veces es elevado, y un poco de riesgo, que no siempre, por un bienestar y un optimismo y una sensación de estar en paz contigo mismo que sólo conocen quienes lo han probado.
Federado, lo que incluye un seguro; con experiencia en la "materia"; y con el equipo y material necesario en la mochila para subir "tresmiles" sin ir de pardillo. Eso siempre.
Pero... ¿Y las botas? Llevo compradas varios pares, de marcas "de confianza", y resulta que te haces cuatro (sí, cuatro) rutas de éstas con unas botas que has comprado nuevas, y que por cierto no son baratas, y ya ves cómo empiezan a saltarles las costuras, y ves que a los tacos de las suelas les faltan trozos que se han partido y que además se ven demasiado desgastadas para el uso que les has dado. Y piensas... "Esto con las botas que tenía antes, que sí que acababan reventadas después de muchas rutas, ascensiones y trepadas, no pasaba... ¡Aquellas duraban mucho más!". Y resulta que tienes amigos que se quejan de lo mismo.
¿Estoy hablando de obsolescencia programada? Pues no estoy seguro, pero intuyo que sí. No sé exactamente cómo funciona, pero supongo que los fabricantes saben perfectamente cuánto tardan en degradarse los materiales que componen un producto, y que lo fabrican con una configuración determinada de estos materiales para que dure aproximadamente (o exactamente) el tiempo que ellos desean, para que luego tengas que volver a ir a comprar.
Esta es una de las características del capitalismo actual.
Esta ruin práctica por parte de los fabricantes ha llegado ya demasiado lejos y está extendida prácticamente a todo. Las palabras "garantía" y "calidad" hace tiempo que quedaron obsoletas; la honestidad también. No importa fabricar productos que al romperse por haber cumplido con sus estimaciones económicas puedan producir incluso un accidente o un daño a la persona que los está utilizando, y no me refiero solamente a botas de montaña, sino a la infinidad de bazofia que se vende hoy en día en todas partes, para cuya fabricación se consumen recursos finitos y se genera contaminación y emisiones de gases a la atmósfera, y todo tipo de residuos, en un momento como el actual en el que la habitabilidad futura a no muy largo plazo del planeta se pone cada vez más en entredicho, y hasta el momento en que los tienes que tirar a la basura porque ya no sirven, generando así todavía más basura.
Pero no es solamente cuestión de denunciar cuando se te ha roto algo y has sufrido un daño, sino que la responsabilidad es mayor, y es cuestión de que es necesario y urgente denunciar que este sistema de producción no es sostenible, y que la actitud de insolencia en que está instalado el ser humano frente a la naturaleza y el planeta Tierra la pagaremos. Nosotros o nuestros hijos, pero la pagaremos. Y las orejas del lobo se ven cada día más cerca.