Los bostezos contagiosos pueden mostrar la cercanía de una relación más que reflejar un estado de cansancio, dicen los científicos. El acto de bostezar hace que más sangre fluya por el cerebro. El supuesto vínculo entre empatía y el bostezo contagioso quedó fortalecido por estudios previos en los que se encontró que niños con autismo, quienes tienden a ser menos capaces de tener empatía que otros niños, eran menos propensos a hacerlos.
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