Esto va sobre la estupidez, sobre la arrogancia, sobre las desgracias que no ocurren porque sí. Del efecto perverso y destructivo de los mal llamados “accidentes de tráfico”. He conocido demasiadas personas a los que sujetos sin corazón ni cerebro, al volante de vehículos, han privado de sus seres queridos. A estas alturas creo que “accidentes de trafico” hay muy pocos. Para que algo ocurra como accidente, es decir, que sea un suceso eventual del que involuntariamente resulta un daño tienen que darse muchas circunstancias
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