Islandia, una pequeña nación de tan sólo 320.000 habitantes, demostró el pasado sábado, en un concierto gratuito celebrado en un parque de Reikiavik, por lo menos dos cosas: que tiene músicos de nivel internacional comprometidos con el país, léase Björk y Sigur Ros, y que la protección de la naturaleza es ahora mismo la principal preocupación de sus ciudadanos.
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