Son 1.500 caminos dispuestos por el Ayuntamiento de Barcelona no hace ni tres años y que, muy pronto, se revelaron inútiles, instalados de manera precipitada, incluso un tanto peligrosos para los viandantes. La intemperie degrada estos pegotes a un ritmo muy superior al previsto, muy por encima de la capacidad del Ayuntamiento para sustituirlos por un nuevo ingenio. Se destinaron 1,3 millones para financiar los dichosos caminos de caucho. Si al menos tuvieran algún valor en sí mismos, alguien aparecería para robarlos y quitarlos de en medio.
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