Será por el atractivo de la vestimenta, por la necesidad de pertenecer a un grupo, por el magnetismo de la música, por el mito de la promiscuidad sexual o por la necesidad de suplir carencias familiares. Las razones son variadas pero la consecuencia es incontestable: cada vez más jóvenes españoles se integran en pandillas latinas que hasta ahora estaban formados por adolescentes ecuatorianos y dominicanos hijos de inmigrantes.
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