La consellera de Educación, Bàrbara Galmés, ha hecho finalmente caso a los colectivos educativos y no al Obispado. La asignatura de Religión dejará de tener alternativa el año que viene en Bachillerato –centros públicos y privados–. Esto provocará que los alumnos que quieran cursarla deberán permanecer en el centro dos horas más a la semana que sus compañeros; es decir, que las aulas pueden quedar desiertas.
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