Para sus torturadores no era mas que “El Perro” que durante años vivió encandenado en la planta baja de un almacén de aperos en el campo. Un infierno oscuro y húmedo, sin distinción entre el día y la noche. Los dueños del perro iban de vez en cuando y le tiraban algo de comida, lo suficiente para mantenerlo vivo. Para ellos, el perro no era mas que una alarma viva que con sus ladridos ayuntaba a extraños.
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