Ya no son sólo los intelectuales, los hombres de negocios o los reformistas quienes critican el coste del desafío nuclear. La presión exterior agrava una economía enferma y sin visos de sanar. Ahora bien, si de las amenazas se llega a pasar a los hechos, los iraníes pueden reaccionar uniéndose. Y Ahmadineyad está cultivando el orgullo nacional.
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