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Tengo una amiga que es socia del Club de Campo. Socia por matrimonio --canónico--, ya que accedió a él por casarse con un señor que ya lo era. Siempre recuerda, al primer vino de turno, su debut en la piscina de ese fabuloso recinto. El mes de junio de 2004, con su biquini, su protector solar y su kilo de complejos, como toda mujer de periferia al mezclarse con gente plagada de apellidos compuestos. Recuerda cómo la señora que le dio la toalla, al ver su carnet provisional, le dijo con ardor: “¡Qué suerte tienes, te has casado con un socio!”. Y
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