Tan tranquilo que parecía y al final se le acabó la paciencia a Fernando Simón. En ruedas de prensa anteriores, había escuchado algunas preguntas que eran, digamos, no muy perspicaces. No se había inmutado e incluso había utilizado el viejo truco de ‘me alegro de que me haga esa pregunta porque me permite hablar de un tema importante’. El sábado, no. Escuchó una que le hizo pensar: hasta aquí.
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