Teníamos la catástrofe china, y la ignoramos. Teníamos la hecatombe italiana, y no le hicimos caso. Teníamos, simplemente, que mirar más allá de nuestras narices, pensar más allá de lo inmediato...y ser valientes. Pero se eligió la política del avestruz, una vez más. Sea por inconsciencia, sea por anteposicion estupida de intereses políticos y económicos al bienestar del pueblo, o sea por ambas cosas a la vez (como creo que efectivamente ha sido) estamos en el desastre.
Hay quien me dice que no es una tragedia postergar a un anciano de 75 años negándole el respirador que necesita para vivir porque hay otro joven que lo necesita. Un médico lo equiparaba a elegir al receptor de un riñón a trasplantar, y decía que es la política general que se usa cuando hay recursos médicos limitados. El problema viene cuando los recursos están limitados no por un motivo inevitable, sino por causa de políticos ladrones que esquilmaron las arcas públicas durante décadas y hundieron los servicios públicos, y por políticos irresponsables que no tomaron medidas drásticas contra el virus cuando los muertos italianos nos lo pedían a gritos.
El coronavirus me ha recordado la reacción de muchos ante los avisos sobre los desastrosos efectos en nuestra salud que tienen la contaminación y la destrucción del medio ambiente. Unos las niegan pese a que las estadísticas oficiales europeas reconozcan la muerte anticipada de cientos de miles de personas al año en el continente a causa de la contaminación. Y otros (la mayoría) simplemente no ven más allá de sus narices, no piensan en el futuro aunque lo tengan a un paso...simplemente avanzan con las orejeras puestas, como un burro guiado por su amo.
Uno de nuestros principales males se encuentra en no pensar en el futuro...y posiblemente en no pensar, a secas. Se observa con las cuarentenas. En el mundo hay conocimiento y belleza tan abundantes que no podríamos abarcarlos en mil vidas. Y la gente, ante un poco de tiempo libre que requiere usar mínimamente el cerebro para aprovecharlo, se abruma, se aburre...y dice que no sabe qué hacer.
Pensemos en que cada acto tiene sus consecuencias. Pensemos en que las amenazas no desaparecen por ignorarlas. Pensemos en que morir asfixiado sin un respirador no es menos grave porque no nos vaya a suceder hoy mismo, sino dentro de un tiempo. Pensemos en que huir hacia adelante sólo lleva al abismo, y abre la veda para que los peores sinvergüenzas nos guíen y nos roben el futuro. Pensemos y recuperemos el futuro.
En las próximas semanas vamos a vivir una tragedia horrible y evitable al menos parcialmente. Vamos a ver un sistema sanitario diezmado y desbordado intentando absorber decenas de miles de enfermos graves. Un sistema enclenque, con un porcentaje de camas por 1000 pacientes de los más bajos de Europa, y con un número de UCIs tremendamente insuficientes, lo cual provocará muchas muertes evitables. De ello son responsables quienes han robado dinero público a manos llenas y han privilegiado a los poderosos en lugar de exigirles impuestos justos e invertir ese dinero en el bien común.
Y también son responsables quienes han esperado al último momento para tomar medidas, obviando las señales evidentes que nos enviaba Italia. Cortoplacismo y un irracional pensamiento de “como todavía no ha pasado, a lo mejor no acaba pasando”.
A todos habrá que pedir responsabilidades cuando esto acabe. Pero para pedírselas, y sobre todo para que esto no vuelva a pasar, la ciudadanía debe alcanzar un nivel de madurez intelectual y responsabilidad cívica incompatible con el “me aburro si no me pongo el traje de fiesta y me voy a la discoteca” y el “eso del cambio climático nos pilla muy lejos”. En el fondo, los políticos son reflejo de la sociedad, y por eso la sociedad debe cambiar radicalmente si quiere afrontar con éxito las pandemias y demás amenazas del futuro. Pensando, mirando en perspectiva y siendo valientes para tomar decisiones responsables. Justo lo que no se ha hecho.