Las autonomías no son el problema, son parte de la solución. Únicamente desde una visión decimonónica del estado se puede cuestionar un modelo que ha llevado a la raquítica administración española al siglo XXI firmando indicadores de cohesión, legitimidad y satisfacción ciudadana sin precedentes. La leyenda urbana sobre millones despilfarrados en asesores y chiringuitos dura lo que tardan sus propagadores en tocar poder y presentar sus paupérrimos recortes.
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