No pasa de los 1,66 metros de altura y come tan poco, está tan delgada, que ningún hospital le permitiría donar sangre. Tiene 65 años, camina despacio, a pasitos cortos, y la salud le ha dado varios sustos. A simple vista, resulta complicado entender que esta señora inofensiva se haya convertido en la gran obsesión de la Junta Militar, el grupo de generales que gobiernan Birmania desde 1962. Relacionada:
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