No sé si lo lograre, por que los capullos de los políticos aún siguen sin saber conjugar el verbo dimitir, y de tal guisa, confunden este, tanto ellos como sus “jefes”, con el verbo cesar. Visten de color mierda la realidad, nos sonríen con el ánimo de la hiena, con la gracia “urdangairesca” de la palabra dulce de la justicia, de esa que si se le distrae unas “pocas monedas” a un político, es un préstamo a veinte años con devolución si se le descubre el pastel, de la misma, que si un “Don Nadie” se atreve a distraer unos céntimos, es condenado
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