Fueron dos helicópteros cargados de hombres armados. Como si fueran a arrestar al mismísimo Bin Laden. Las aspas aún no se habían detenido cuando las botas de tres docenas de policías ya hollaban el mármol de la entrada de la mansión. Uno de ellos se volvió hacia una amenazante figura oscura, pero era tan sólo una carísima estatua de un Predator a tamaño natural.
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