“¿Tiene el acusado algo que alegar?”. “Pues, mira, sí”. Así empezó, más o menos, el alegato final de un veterano atracador de bancos alemán ante el tribunal que le juzgaba y le condenó a 12 años y medio de cárcel por sus fechorías. Michael Jauernik aprovechó que la ley alemana no puede limitar esas “últimas palabras” tras el veredicto y estuvo cinco días devanando “el discurso más largo de la historia”, según sus propias palabras.
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