Tras ganar la final de los 400 metros vallas en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 1984, Edwin Moses, vio cómo su mujer y su madre lloraban, cómo le abrazaban y le hablaban de su padre, fallecido ese año. El mundo descubrió entonces que Moses, imbatido durante 122 carreras consecutivas, dos veces campeón olímpico y mundial y cuatro plusmarquista del mundo, también era humano. Licenciado en Física e Ingeniería, es hoy presidente de la Academia Laureus para el Deporte y sigue tan fino como cuando verle competir era sinónimo de verle vencer.
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