Athanasius Kircher era un gran tipo, que no es mal comienzo. A los dieciséis años entró en la Compañía de Jesús y pronto demostró tener un genio innato para los idiomas. Corría la década de 1620 y el amigo Kircher dominaba hebreo, griego y latín entre otros, con poco tiempo de estudio de cada uno de ellos. También se formó en astronomía, humanidades, ciencias naturales, matemáticas… Es decir, se convirtió en una enciclopedia repleta de conocimientos.
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