La guerra de los autobuses ha servido ya para que los ateos y sus reivindicaciones se hagan visibles, y la primera de ellas es participar en la redacción de la reforma de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa que prepara el Gobierno. Pero los militantes ateos en nuestro país son sólo un millar, una cifra muy alejada de los 3.507.994 personas que rechazan la creencia de Dios. A esta cifra podrían añadirse otros 4,1 millones de agnósticos, personas que se declaran no creyentes pero que no descartan la existencia de Dios.
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