Ni uno solo de los 16.540 pollos que albergaba el cebadero de Fernando Blaya ha sobrevidido. El fuego, declarado en esta explotación el jueves por la noche, combinado con el humo, ha convertido en cenizas y cadáveres la forma de vida de este ganadero, que ayer acometía la ingrata tarea de retirar los cuerpos calcinados del interior de la nave, totalmente devastada. «Eran de la raza broiler y teníamos previsto sacarlos al mercado la próxima semana, ha sido un golpe durísimo», a quien al menos le cabe el relativo consuelo de tener seguro.
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