En 1998, Kazakistán -una de las antiguas repúblicas soviéticas- trasladó su capital a una ciudad de nueva planta llamada Astaná. La capital anterior, Almaty, estaba demasiado cerca de las fronteras de China y Kirguistán, demasiado congestionada y en una región propensa a los terremotos. El arquitecto japonés Kisho Kurokawa fue el encargado de proyectar la estructura urbana de la nueva capital, uno de los desarrollos más ambiciosos de los últimos años.
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