«Vivo en Estocolmo, ¿para qué iba necesitar un coche?», me dice un asesor del ministro de Medio Ambiente al preguntarle por el medio que usa para ir a trabajar. Su jefe, el ministro Andreas Carlgren, está llamado a desempeñar un importante papel en los próximos meses. En la ciudad, la media de automóviles por 1.000 habitantes es menor a la del país.
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