Julia Prada dejó al morir, en 2005, una herencia a Tajamar, fundación sin ánimo de lucro del Opus Dei, por valor de unos 30 millones de euros. El trabajo de varios despachos de abogados y de empresas inmobiliarias dio a Tajamar unos beneficios millonarios por la venta de las propiedades de la anciana fallecida. La mayoría de los inquilinos de esas fincas, obligados a abandonar los inmuebles, hablan de ‘mobbing’, y los familiares de Julia acusan al entramado del Opus de haber manejado los distintos testamentos.
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