El arzobispo de San Salvador no vivía rodeado de mármol ni de sedas ni de oro o plata. La casa en la que Monseñor Romero pasó sus últimos años, la ubicada en los terrenos circundantes del Hospital Divina Providencia, eran apenas tres cuartuchos sin estridencias, de paredes repelladas y baldosas humildes, sin cuadros ostentosos ni esculturas refinadas, clósets en vez de armarios, ducha en lugar de bañera. El 24 de marzo de 1980 Monseñor Romero fue asesinado en una capilla por ejercer la opción preferencial y solidaria por los pobres.
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