Pensaba en eso esta mañana, viendo la publicidad de una película. Vampiros buenos y guapos que se enamoran y tal. Con sus penas y su corazoncito. Quizá es porque a los de mi quinta los vampiros nos parecieron siempre unos perfectos hijos de puta, o sea. Murciélagos con pretensiones. Gente vestida de etiqueta, fea de cojones, que se limitaba a su obligación, chuparles la sangre del pescuezo a señoras estupendas, habitualmente en camisón, y no se planteaba sentimientos ni puñetitas a la luz de la luna.
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