Un terreno agrícola que con una mínima infraestructura y su ajardinamiento hubiese sido suficiente ha sido sometido a enormes movimientos de tierra. El relieve ha sido destruido y rehecho, borrada su orografía natural, hormigonado, asfaltado, empedrado, alicatado, embrutecido, siendo el verde lo anecdótico, la opción ha sido la habitual en nuestros tiempos: proyectos agresivos y caros, ajenos al paisaje y de espaldas a la ciudadanía, que se imponen desde los estudios de arquitectos y se financian y se aplauden desde la administración.
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