En estas líneas encontrará usted, querido lector, un ramillete de personajes profundamente pintorescos. Sin embargo, pese a la truculencia evidente del asunto, los nombres que aquí se citan, debidamente mezclados y agitados, producen un cóctel delicioso. No es una historia de héroes, tampoco de ídolos. La protagonizan, más bien, un atajo de personajes a medio camino entre la chaladura y la genialidad. Y una lengua: el esperanto. Si me acompaña, le aseguro que no se arrepentirá.
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