En un mundo en el que hasta las supuestamente consolidadas democracias occidentales amenazan (y actúan en consecuencia) con menoscabar los derechos de sus ciudadanos, existe una constante inmutable y por la que no tememos en absoluto: la nacionalidad. Un derecho, el de ser considerado “nacional” de un Estado, que sirve como garante de todos los demás, al marcar la legislación bajo la que nos enclavamos como individuos....
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