Ha pasado un año desde que el 12 de febrero de 2013 me intentaron llevar ante un juicio sin testigos, sin tiempo de preparación y con la argumentación de la defensa ya precondenada. Pero no pudieron salirse con la suya. Desde la distancia, sigo observando cómo la banca sigue intacta, manteniendo los mismos privilegios y prácticas destructivas para la humanidad que me impulsaron a actuar hace años y que los Estados no sólo continúan recortando derechos sociales, sino también algunas de las libertades individuales y civiles más básicas.
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