Esta semana se han producido muchos debates y una vigilancia mediática para saber si el movimiento 15-M sigue vivo o no. La pregunta sería cómo estamos los españoles un año después. Al 15-M se le exigen actuaciones que no son de su competencia: ofrecer medidas políticas, articular una alternativa. Ése no es su papel. Su mérito fue convertir la indiferencia (peligrosa y sumisa de los ciudadanos, que fue la anestesia que comenzó a debilitar los cimientos democráticos) en indignación (un sentimiento más acorde con lo que estamos viviendo).
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