Mientras que en nuestra cámara baja este tipo de actos son habitualmente obviados (aquí sólo ha habido amonestación verbal), en otros parlamentos son perseguidos y sancionados con dureza, incluso en aquellos casos en los que los exabruptos de sus miembros alcanzan cotas mucho menores. Si la hija de Carlos Fabra hubiese proferido la dichosa frase en Bruselas o Estrasburgo, la sanción estaría más que asegurada y habría oscilado entre las pérdida de sus dietas hasta la suspensión temporal por varios mandatos
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