Los anarquistas son enemigos declarados del Estado y de todas las realizaciones institucionales concretas de las que este se dota para controlar y reprimir. Esta declaración de principio, aun con su carácter abstracto, es uno de las características esenciales del anarquismo y nunca ha sido puesta en duda. El Estado sabe perfectamente que los anarquistas son sus irreductibles enemigos, los que, con más o menos eficacia, lo combatirán hasta el final.
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