Muchas veces me he preguntado cómo es posible que ningún miembro de mi familia acabara inyectándose heroína. Cuando era niño, lo normal aquí era ver legiones de drogodependientes. El alcoholismo no suele tener esa visibilidad. Fui un alcohólico silencioso, salvo en las noches de juerga. Un alcohólico que mentía y se mentía a sí mismo. Las noches de los sábados no había un rincón de la mesa donde suelo escribir que no tuviera una lata de cerveza.
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