Chema quería ser cura. Pasó cinco años en el seminario. Salió antes de ordenarse alertado por la suerte de otros compañeros. Si alguno se declaraba homosexual, le enseñaban la puerta. Había gente que no lo decía para ordenarse, dice. Él no estaba dispuesto. Quería ser cura, pero nunca renunciar a lo que ya era: homosexual y creyente. Entonces dio un portazo.
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