Crecí en un mundo donde había unos consensos impepinables que se enseñaban desde la escuela infantil. Entre ellos se encontraban el deber de cuidar el medioambiente y el respeto por la ciencia, que es nuestra mejor fuente de conocimiento. Ahora parece que estos y otros consensos saltan por los aires y ya es difícil manejarse por el mundo, y más aún manejar los destinos humanos, porque ya no existe ni un sustrato común sobre el que entenderse. Qué hacer cuando volvemos a posiciones medievales que hacen prevalecer la creencia sobre la evidencia.
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