Así como la Kalashnikov es famosa, los productores de agrotóxicos también lo son pero casi se los podría definir en términos de guerra biológica, donde los muertos y afectados se cuentan por millones y con consecuencias futuras desconocidas. Veinte años después de la catástrofe de Bophal más de 100.000 personas, sufren en la actualidad enfermedades crónicas atribuibles a la contaminación causada por el escape y también denunciada por Amnistía Internacional.
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