Su madre ni siquiera se atreve a mirar a su hija la cara. Es una niña afgana demasiado pequeña para entender lo que le ocurre. Baja la mirada y avergonzada explica por qué debe entregar a la niña a los narcotraficantes. El padre de la niña ha hecho lo que muchos agricultores afganos deben hacer para financiar sus granjas de opio: pedir prestado dinero de los narcotraficantes. Los señores de la droga lo secuestraron para pedir un rescate a su familia. "Tengo que darle a mi hija para que liberen a mi marido", explica la madre...
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