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Adiós, muchachos; adiós, alumnos míos

La clase queda vacía. Abro las ventanas para que se disipe el olor a humanidad. Huele a tigre en celo, como diría mi padre, que también se curtió por más de cuarenta años en escuelas públicas. Es lo que tiene trabajar en salas abarrotadas de seres humanos que oscilan entre la pubertad y adolescencia, con la revolución hormonal y psicológica que conlleva.

| etiquetas: educación , recortes , profesores , humanidades , despedida
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menéame