Se acabó la fiesta. Las prostitutas no son una atracción amsterdanesa más. Según lo anunciado esta semana por la ciudad holandesa, el Barrio Rojo dejará de acoger a las trabajadoras del sexo y hará que trasladen su actividad a un complejo creado ex profeso a las afueras de la ciudad, en el que las mujeres podrán trabajar lejos de la incómoda presencia de los turistas. El problema: las prostitutas y los vecinos se lamentan por sentirse como monos de feria. Para la mayoría de forasteros la zona de De Wallen, el centro donde están estos locales.
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