Hasta la semana pasada nadie había descubierto que el nuevo Código Penal de Gallardón ocultaba más sorpresas. Una, muy desagradable, consistente en alterar la redacción de los artículos en los que se penaba el proxenetismo y la explotación sexual para darles una redacción en la que, de facto, los burdeles de lujo y los grandes empresarios del sexo quedarían exonerados penalmente al hacer desaparecer de ellos el concepto de "explotación sexual".
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