Fue a lo largo de los siglos XVIII y XIX cuando esta acción de guerra tuvo su máxima difusión. En sí, el concepto era de un básico abrumador: una unidad avanzaba por el campo de batalla para llegar al contacto con el enemigo y obligarlo a retroceder. La lentitud y lo engorroso de la recarga de las armas de la época impedía avanzar disparando, por lo que debían soportar las descargas que partían de la línea enemiga hasta llegar al cuerpo a cuerpo.
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