Nadie, con dos dedos de frente, puede pensar que un mundo sin derechas o izquierdas sería mejor si solo hubiese una de estas opciones para gobernar. Ambas sirven de temporizador de los excesos de la otra. Todos sabemos que sin el comunismo europeo, el capitalismo y la explotación del más débil hubiese seguido como en tiempos de Charles Dickens. Y lo mismo puede decirse del comunismo del KGB y los gulags que nunca hubiese buscado o alcanzado la sociedad del bienestar sin acordarse con un capitalismo humano.
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