El propósito último de la plegaria es persuadir al Ser Supremo para que cambie el rumbo de los acontecimientos a nuestro favor. Pero, ¿no es acaso absurdo, casi sacrílego, pretender que nuestras súplicas puedan cambiar un destino elegido con cuidado y anticipación por un ser infinitamente sabio?. El creyente supone que su ruego es más persuasivo si se hace con sumisión, preferiblemente de rodillas. Pero es obvio que un ser superior no puede complacerse con semejante actitud servil, porque en ello habría vanidad, imposible en un ser perfecto
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