Algunas muertes trágicas se han convertido en verdaderas leyendas, lugares imaginarios en los que la realidad poco tiene que ver con lo realmente sucedido. En otras ocasiones, las pinceladas fantásticas sólo han venido a incrementar cierto halo de excentricidad presente en el óbito. He aquí uno de esos casos, sin duda entre los que más me intrigan: el irónico y, a la vez, terrible final de Isadora Duncan.
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